Esta liga está diseñada para sufrir hasta el final. Cada vez que el Nàstic toca fondo y se empieza a hablar de descenso, los granas sacan el mejor de ellos mismos y consiguen tres puntos vitales. Y, curiosamente, las víctimas acostumbran a ser los equipos grandes, como el Zaragoza.
No parecía el mejor momento porque un equipo de Champions llegara en Tarragona. Los aragoneses son uno de los equipos que mejor fútbol practican, y su estilo argentino le dota de mucho carácter. Pero hoy los dos equipos se han cambiado los papeles, y ha sido el Nàstic el equipo que ha practicado el fútbol de toque, a diferencia de un Zaragoza espeso y con pocas ganas de jugar a fútbol. Chabaud y Generelo controlaban el ritmo de partido, y Gil ha hecho uno de los sus mejores partidos. El encuentro, pero, tenía un ritmo muy irregular. Podríamos resumir la primera parte diciendo que pocas ocasiones, mucho fútbol de toque, y no demasiadas ideas ofensivas.
Hacía falta un gol fuera como fuese en la segunda parte, y, al fin, el Nàstic se ha sacado la cara amable y ha empezado a hacer un juego de profundidad y vertical. Calvo y Marco se convertían en falsos extremos, pese a que sus centros no encontraban rematador. Cuanto más pasaban los minutos más clara era la ofensiva grana y con la entrada de Rubén Castro, Paco Flores ponía toda la carne en el asador, hecho que esta semana sí que ha funcionado, porque cuando el pesimismo se apoderaba de las gradas del Nou Estadi, ha vuelto a aparecer Javier Portillo, el delantero más en forma de la liga española. Con un remate de cabeza ha hecho el 1 a 0 a falta de 9 minutos para el final. Tocaba sufrir, pero con un Bizzarri en estado de gracia, la cuenta atrás se hacía menos peligroso, y una gran parada suya ha hecho estallar a la afición, que con cerca de 14.000 espectadores ha vivido otra fiesta al Nou Estadi.
Tarragona se acuesta a seis puntos de la permanencia, y con el presentimiento que este Nàstic todavía no ha escrito sus últimas palabras en el libro de la primera división.